jueves, 9 de noviembre de 2023

¡Qué siga la fiesta del deporte!

Los Juegos Panamericanos le hicieron bien a nuestra sociedad estresada, endeudada y polarizada.

¿Quién sino el deporte, puede unir y sanar a un país? Esta fue una catarsis deportiva y un real estallido social, porque los ciudadanos salieron a la calle libremente a apoyar a sus dignos representantes. Aquí valió la pena hacerlo.
Asimismo, durante dieciséis días, salieron de la pantalla chica, los políticos tóxicos, el terror que nos imponen los noticieros y las propagandas de todo tipo.
Sí hasta Don Francisco se quejó de que esté evento, le quitó espacio de difusión a la Teletón. Bueno, todos sabemos que el animador es un ferviente defensor de los empresarios y no alguien que fomente el deporte. En Chile la salud es un negocio y si el deporte se posiciona a todo nivel, evidentemente que el consumo de fármacos se reducirá. Eso a muchos no les conviene.
Nuestros deportistas dieron todo y más en esta competencia y no hay nada que reprocharles, porque el país no les ha dado todo y más. Les exigimos medallas y con suerte nos acordamos de ellos cada cuatro años.
A muchos periodistas de fútbol y a otros profesionales contratados para la ocasión, los mandaron a cubrir deportes que no conocían y se notó su falta de cultura deportiva. También algunos comentaristas "expertos", recurrieron a lugares comunes como: ¡Vamos que se puede!, ¡Aguanta!, ¡No le dio!, ¡Tranquilo, papá! o ¡Te lo pido por favor!
Ser deportista en Chile a veces no es una profesión, es una condena, porque el sistema mutila a aquellos que no revalidan sus logros. Esta es la otra cara de la medalla.
Lamentablemente, el deporte siempre ha sido el pariente pobre del Estado y muchos dirigentes y políticos se han llenado los bolsillos a costa de él. Por lo mismo, las medallas no se pierden el día de la competencia por un maleficio u otro factor, las medallas de oro se pierden cuando hay malas gestiones, malversaciones y cuando al deporte se le da una mínima prioridad.
El atleta Hugo Catrileo en pandemia, vendía productos de Movistar y su enfoque no estaba en los Panamericanos, el judoca Jorge Pérez tuvo que hacer completadas y kermesses para sobrevivir en su disciplina y nuestra máxima ídola Kristel Köbrich, tuvo que irse a temprana edad a Córdoba, porque acá no había piscinas con estándares de alta competencia.
El fútbol decepcionó como siempre, pero guardemos en el corazón la épica batalla que dio Kristel Köbrich por el oro en la final de ochocientos metros y que cedió por medio segundo ante Rachel Stege, el furibundo tiro del disco de Lucas Nervi o el conmovedor esfuerzo de Santiago Ford, que representa a nuestros competidores que no alcanzaron medallas, pero que por su nobleza se llevan la medalla del honor y la honestidad, que a veces vale mucho más que una de cualquier metal.
Gracias, Juegos Panamericanos por brindarnos un espectáculo deportivo de alto vuelo. Gracias, Juegos Panamericanos por entregarnos héroes y heroínas de carne hueso para nuestras/os hijas e hijos. Gracias, Juegos Panamericanos porque tenemos los mismos problemas de siempre, pero durante dieciséis días nos olvidamos de ellos. No quisiéramos que finalicen, pero afortunadamente en casi dos semanas más, volveremos a celebrar, emocionarnos y reflexionar con el desarrollo de los Juegos Parapanamericanos. ¡Qué siga la fiesta del deporte!

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