lunes, 22 de agosto de 2016

La ruta a Tokio ya empezó




Los Juegos Olímpicos de Río 2016 dejaron postales imborrables y también algunos sentimientos encontrados para las huestes locales. Alegría porque Chile fue parte de la fiesta de los cinco anillos y porque el canal estatal apostó por la democratización del deporte en sus transmisiones de las distintas especialidades. En términos olímpicos, la televisora pública tiene que aprovechar el envión y continuar la posta con la transmisión de otros eventos deportivos, puesto que la audiencia siempre ha manifestado su preferencia por este tipo de competencias. Asimismo, la participación del ex atleta Sebastián Keitel fue un acierto con sus precisos conceptos técnicos en las pruebas de atletismo. Otros ex deportistas insignes que por ahí están olvidados también podrían tener un lugar en televisión o en las comunicaciones. Los telespectadores están ávidos de cultura deportiva y agradecen la exhaustividad en el tratamiento de cada una de las disciplinas.   
Y la tristeza es por lo distantes que nos encontramos del primer mundo olímpico. A las autoridades les molesta cuando se dice que el deporte chileno no avanza. Sí, avanza, pero a paso de tortuga. En los Juegos Suramericanos salimos quintos, mirando para arriba a Venezuela y Colombia, y para el lado, a Ecuador. En tanto, en los Panamericanos de Toronto 2015 se alcanzó el undécimo lugar y los ecuatorianos nos superaron por dos oros. En Río, los colombianos se focalizaron en sus disciplinas más exitosas y consiguieron tres medallas de oro, dos de plata y tres de bronce en lo que es su mejor actuación histórica. ¿Cuál es la receta?
En el fracaso, la ecuación que resulta más instantánea es la que individualiza al deportista, pero acá hay una responsabilidad tremenda de un Estado que no prioriza al deporte. Lamentablemente, nuestros mandatarios de las distintas tiendas políticas no han demostrado interés en el tema y los resultados están a la vista. En muchos casos, el deporte ha sido utilizado como moneda de cambio por quienes han puesto sus intereses personales por sobre el bien común. Dicen que las crisis son oportunidades, y esta es una buena oportunidad para que las autoridades evalúen su gestión y la real situación del deporte chileno y lo proyecten seriamente para el próximo ciclo olímpico. Todavía hay patria con los Ricardo Soto, con las María Fernanda Valdés, Natalia Duco y Bárbara Riveros, pero no hay tiempo que perder. Río 2016 ya es un lindo recuerdo y la ruta a Tokio 2020 empieza desde hoy.

jueves, 18 de agosto de 2016

¡No te vayas, Tomás!



Los Juegos Olímpicos cayeron parados en la televisión abierta, en tiempos donde los monopolios mediáticos producen importantes volúmenes de contenidos chatarra. Asimismo, el rating dice que los chilenos prefieren las transmisiones deportivas, pero no a los “rostros” que desconocen las disciplinas o que padecen incontinencias del tipo verbal. También sorprende que los noticieros se permitan calificar algunas actuaciones criollas de fracaso o decepción, cuando en cuatro años no les dan un minuto a otras especialidades que no sean el fútbol. No tiene gracia subirse al carro de la victoria, cuando los deportistas alcanzan cierta gloria, como el caso del joven tirador con arco Ricardo Soto.
Para alcanzar el Olimpo hay que dar todo y un resto más, y acá no les hemos brindado ese poco más a los otros deportes. En este escenario, nuestros atletas han tenido un rendimiento discreto y en muchos casos por debajo de sus propias marcas, pero qué difícil es competir cuando antes hay que vencer a rivales terribles como el desinterés, la falta de apoyo, la negligencia y las malversaciones dirigenciales. A veces la medalla del honor y la honestidad vale más que un oro, una plata o un bronce.
El entrenador Marcelo Bielsa, que es tan sabio, dice que en cualquier tarea se puede ganar o perder, pero que lo más importante es la nobleza de los recursos utilizados. Y vaya cuánta nobleza puso en sus recursos Tomás González en Río 2016. El chileno se paró de igual a igual ante las potencias mundiales de la disciplina y no defraudó en la final de salto. Dígame si el gimnasta no merecía mejor recompensa por tantos años de sacrificios y penas, pero la presea probablemente no se perdió esa tarde, sino tiempo atrás, cuando el deportista tenía que colocar estufas para entrenar en invierno o cuando golpeaba puertas que no se abrían. Tomás González demostró en Brasil todo su temple y una sobrecogedora capacidad de resiliencia para clasificar a la final de salto, después de una imprevista eliminación en la prueba de suelo. Después de cuatro años, el criollo se instaló entre los ocho mejores gimnastas de una cita de los anillos, donde nuestros colores nunca antes estuvieron. Finalmente, un séptimo lugar que lo hace esbozar la posibilidad del retiro, pero no te vayas, Tomás, porque unos pocos te quieren jubilar, por los que creen que vales un metal o por los que no aprecian la estética del deporte. No te vayas, Tomás, porque aún hay fuego en tu alma y ese momento llegará únicamente cuando tú lo decidas. No te vayas Tomás, porque muchos estaremos esperándote frente al televisor en cuatro años más y porque si te vas, las finales olímpicas de gimnasia ya nunca más serán lo mismo.