miércoles, 15 de junio de 2016

Memoria frágil



Chile está entre los ocho mejores de la Copa América Centenario, pero esto no debería ser sorpresa para nadie, y tampoco debería ser la meta ya cumplida del entrenador Juan Antonio Pizzi. El discurso de “Macanudo” es pacífico y dubitativo, y así ha sido el fútbol que sus pupilos han desplegado en el gramado norteamericano. Las bajas individuales también han sido una constante  y se han sentido con rigor en referentes como Charles Aránguiz, Marcelo Díaz, Gonzalo Jara, Mauricio Isla y Claudio Bravo. Sí, una mala copa para el oriundo de Viluco, pero así y todo no se avizora su relevo por lo menos hasta el próximo Mundial. En el duelo por Cuartos de Final ante los mexicanos, debería resurgir quien es considerado como uno de los mejores guardapuertas del planeta.
El fútbol es una actividad que no está exenta de la crisis de valores, de identidad y de pertenencia que aqueja a nuestra sociedad, y las redes sociales  no le tuvieron compasión al capitán chileno. Lamentablemente, ese verso de la tolerancia, la inclusión y la diversidad cada día se nos está yendo a las pailas.
En Argentina a Martín Palermo le hicieron una estatua, y eso que marró tres penales en un partido frente a Colombia por Copa América en 1999. A Carlos Caszely acá todavía le achacamos el del ‘82 y olvídese de algún monolito. En el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, se erigió un monumento al boxeador Luis Ángel Firpo, “El toro salvaje de las pampas”, y en las calles a Juan Manuel Fangio y a Guillermo Vilas. ¿Y cómo andamos por casa con Martín Vargas o Marlene Ahrens?
Sin embargo, los reconocimientos a veces vienen de afuera. En 2013, la ATP  celebró los cuarenta años desde la creación del ranking mundial y Marcelo Ríos fue protagonista de la gala en Nueva York, donde desfilaron leyendas de la talla de Ivan Lendl, Rafael Nadal, Roger Federer, Novak Djokovic y John McEnroe, entre otros. En Chile, al “Chino” se le aplauden mucho más sus exabruptos lingüísticos que sus grandes y geniales jugadas. Las bromas a Eliseo Salazar por sus choques eran comunes en los ochenta, y a Iván Zamorano lo quisieron como pebre cuando fue rostro del Transantiago en 2007. El error de Claudio Bravo quizás no está en uno o dos goles encajados, sino en querer defender a Chile casi como un juramento a la bandera. El error de Claudio Bravo quizás está en dar la cara y asumir su responsabilidad como capitán y no estar detrás de un teclado para criticar y reírse de los errores ajenos. Pero qué le vamos a hacer, es nuestra cultura y somos así. Somos de memoria frágil.

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