miércoles, 15 de octubre de 2014

Un balde de agua fría y una prueba de humildad


El técnico Jorge Sampaoli declaró la semana pasada que no era una obligación ganar la Copa América 2015 y, en lo relativo, podría estar en lo cierto. Pero si jugamos de local y tenemos una de las mejores camadas de futbolistas de todos los tiempos, ¿cómo?, dirá usted. Bueno, es que no puede ser una obligación, si en más de un siglo no se ha ganado algo a nivel de Selección. Más que una obligación, se podría tratar de una responsabilidad o de una oportunidad.

Lo situaré en el siguiente escenario. ¿Qué pasará si el ex D.T. de la Universidad de Chile no gana dicho torneo? Nada, la vida sigue igual –como dice la canción de Julio Iglesias–, o si no pregúntele a Nelson Acosta, Claudio Borghi, Juvenal Olmos, Arturo Salah, Pedro García y tantos otros que fracasaron en el intento. Por el contrario, estos mismos entrenadores actualmente dirigen otros clubes, tienen altos cargos dirigenciales en importantes clubes y otros son influyentes líderes de opinión.

El caso del adiestrador casildense debería ser diferente, porque exhibe un rendimiento superlativo al mando de la Selección, no obstante, en los últimos meses se le ha perdido en algo la brújula. De acuerdo a los últimos amistosos: ¿Tenía sentido parar equipos casi titularísimos para los confrontes con peruanos y bolivianos? ¿Por qué no les dio minutos a los posibles relevos de los estelares? ¿Para qué llama a centrodelanteros que coloca poco y nada? ¿Se puede prescindir de un volante creativo de las características de Valdivia, Fernández o Pizarro? ¿Alexis Sánchez crea más peligro como extremo derecho o en todo el frente del ataque?

Sí, ahora hay más posibilidades que antes de alcanzar el título, sobre todo con la pléyade de jugadores que Chile tiene, pero Jorge Sampaoli se equivoca cuando renuncia al modelo ofensivo con un enganche, un extremo derecho, un extremo izquierdo y un delantero centro. El trabajo psicológico también es prioritario, y es ahí donde siempre flaqueamos. Anoche esto quedó de manifiesto con un escenario perfecto –salvo los problemas de iluminación–, con un marco de público ideal y con un rival débil en el papel. Lo mismo sucedió en la Copa América 2011 con Brasil y Argentina eliminados, con toda la hinchada a favor y con Venezuela como único escollo para acceder a semifinales del torneo.

Aquí no ha pasado nada, pero hay que trabajar mucho para ganar la Copa América. El traje de favoritos nunca nos ha quedado a la medida y el empate con Bolivia cayó como un balde de agua fría, pero también como una prueba de humildad de cara a los próximos 8 meses.

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