martes, 22 de febrero de 2011

Bielsa: "Cómo no te voy a querer"

Los patos caían asados en Quilín. Con sigilo ingresé a la oficina de la Dirección Técnica Nacional y sobre la mesa dejé mi encomienda. Salí raudo y con cara de “nadie fue”. Con esto cumplía de sobra mi misión, tratándose de un destinatario inaccesible, irreversible y casi intocable -tal como cantaba Cerati-.
Tras el primer y violento episodio de la teleserie de la ANFP, asumía que Marcelo Bielsa no le daría ninguna importancia a mi mensaje. Suponía el acostumbrado desprecio de los elevados a las demostraciones de cariño de un desconocido.
Es por este motivo que sorprenden los lazos que crea el rosarino más allá de una cancha de fútbol. Un personaje que se identificó con nuestro pueblo y al que su sensibilidad lo llevó a mimetizarse con los ciudadanos más sencillos de nuestra idiosincrasia: el vendedor de diarios, los vecinos del barrio y el frutero de la feria. Curiosamente a este último le encomendó la misión de recibir el galardón como el mejor entrenador de la temporada 2009 en la ceremonia anual del Círculo de Periodistas Deportivos de Chile. Fue así como el rechonchito representante del estratega se codeó con lo más granado del deporte nacional y cuidaba con recelo el trofeo que le encargó su amigo.
No obstante, la persona más cercana al ex técnico de la roja fue Gabriel Aravena, el famoso “Cachureo”. La anécdota cuenta que Aravena limpiaba una habitación cuando el “Loco” le preguntó cómo se les decía en Chile a los desperdicios. "Cachureos", respondió rápidamente el asistente, quien desde entonces fue bautizado por su jefe con el cariñoso apodo.
Este ex árbitro amateur fue el escudero que lo acompañó en todo momento, incluidas sus emotivas últimas horas en suelo chileno. Aravena, de 60 años, era un ferviente hincha de la “roja” que habitualmente visitaba el complejo de Juan Pinto Durán, lugar donde entabló una profunda amistad con el entrenador, tan profunda que  llegó a ser considerado su secretario personal y un integrante más de la familia del rosarino.
Así también, una mañana de sábado me sorprendió el llamado de un asistente de Bielsa: Diego Reyes, quien a nombre del argentino agradecía los libros recibidos y los capítulos dedicados en cada uno de ellos. Reyes recalcaba que el trasandino apreciaba sobremanera tener en sus manos un material que lo acercara a la cultura deportiva de nuestro país y que quedaba pendiente algún encuentro, puesto que la noche anterior había volado a su ciudad natal.
Balbuceante, no recuerdo qué respondí en el momento. De todas maneras agradecí el gesto del entrenador y en carne propia comprobaba su gentileza, sus valores y todo lo que se hablaba de su persona en aquellas páginas que leía. Lamentablemente se sucedieron los capítulos más conocidos del culebrón de la ANFP y con ello se alejaron todas las posibilidades de concretar la cita.
Para qué le voy decir una cosa por otra. La herida aún sangra tras la partida de un entrenador serio, de un profesional que usted no lo iba a ver jugando al “hoyito y patá” con sus pupilos, de  un personaje que conmovió al país con su visita a las zonas más devastadas del terremoto y al que no le pude decir: “Loco” Bielsa. ¡Cómo no te voy a querer!    

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