viernes, 1 de septiembre de 2017

El que ríe último, ríe mejor...



Hace rato que no se veía un Chile tan deslucido y tan largo en la cancha. Los paraguayos nunca fueron una maravilla a ras de pasto y tampoco lo iban a ser en el Estadio Monumental. No era misterio que los guaraníes se venían a arropar con diez y medio casi once, que iban enredar el partido y que iban a salir de contragolpe.
En ese contexto, Juan Antonio Pizzi no hizo una lectura correcta del encuentro y no acertó con un croquis que incluía desde el inicio a Nicolás Castillo. El ex delantero de la Universidad Católica fue un fantasma en Macul y chocó siempre con la muralla albirroja, una fórmula de ataque que tampoco encontró a sus mejores exponentes en Eduardo Vargas y Alexis Sánchez.
El tocopillano estuvo muy irascible y no fue el acostumbrado agente de peligro de la escuadra nacional. La fallida contratación del Manchester City hizo mella en el ánimo del delantero y eso nunca lo pudo disimular mientras estuvo en el gramado.
La “Roja” se mostró sin ideas, sin sorpresa y sin los recursos para destrabar un partido que siempre fue cerrado. Las embestidas fueron débiles y los arietes criollos siempre chocaron con el bosque de piernas paraguayas. En los últimos tres partidos, ante Portugal, Alemania y Paraguay, no se ha marcado gol alguno y eso evidentemente tiene repercusiones. 
¿Por qué la segunda mejor selección de las federaciones del mundo no tiene tiro de distancia o cabezazo? ¿Por qué se buscó penetrar de una sola forma al área contraria si sabe que hacer lo mismo tiene resultados predecibles? ¿Qué pasa si Bolivia y Ecuador nos plantean partidos de las mismas características?
Las Clasificatorias de Pizzi han sido bien malitas y no debe parar solamente nombres en la cancha, sino también poseer una alta sapiencia táctica para resolver todo tipo de puzzles y acertijos que los rivales le plantean. El empate ante Colombia en Santiago y la doble derrota ante Paraguay en la ida y en la vuelta asoman como los puntos más decisivos que se dejaron escapar en el proceso.
Arturo Vidal es más dado a equivocarse afuera de la cancha que adentro, pero ese día llegó. En el partido anterior le tocó a Marcelo Díaz y en los próximos seguramente le tocará a otro. Estos mismos jugadores le brindaron dos Copas América y una final de Copa Confederaciones a Chile y también se equivocan.  De todas maneras, el merecido aplauso estará esperando a estos muchachos en la hora del ocaso. Mi humilde opinión es que Chile va al Mundial, pero quizás tendrá que timbrar el pasaporte en el repechaje. En un minitorneo donde nadie sabe para quién trabaja, y el que ríe último, ríe mejor...

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