martes, 21 de julio de 2015

¡Soy del Ferro!




La alegría nos duró harto poco. ¡Claro! Si aguardamos casi un siglo para ganar la Copa América y para tener estadios dignos, y en tan sólo dos semanas ya fueron destruidos por las barras bravas. Estos mal llamados hinchas del fútbol no tuvieron piedad alguna con los recientemente inaugurados La Portada de La Serena, Sausalito de Viña del Mar y el Fiscal de Talca. ¿Cuál será el próximo?
Desde una perspectiva social, podríamos decir que el estadio no tendría por qué estar exento de la violencia que se suscita en la calle o en otros departamentos de la sociedad. No obstante, estamos hablando de un espectáculo deportivo organizado por privados y actualmente vigilado por entes particulares. Aquí la culpa no la tiene el chancho, si no el que le da el afrecho, y los excesos tampoco son posibles si no existe una autoridad contemplativa y complaciente.
Asimismo, los especialistas asocian estas conductas a las carencias y a la falta de oportunidades, pero seguramente usted tampoco las tuvo y no creo que lo haya solucionado haciendo destrozos o sacándole la cresta a otro individuo.
El ejemplo argentino no ha sido el mejor para copiarlo, pero ahí está y su influencia es innegable en el hinchismo chileno. El barrio y su sentido de pertenencia son elementos de fuerte disputa allende Los Andes, sino pregúntele a los leprosos de Parque Independencia (Newell’s Old Boys) y a los canallas del barrio de Arroyito (Rosario Central) en  la ciudad de Rosario. Para qué decir en el barrio de La Boca, donde las casas circundantes a “La Bombonera” están todas teñidas de amarillo y azul. En Chile, en tanto, los tres “grandes de la capital” están completamente desarraigados de sus orígenes: Colo-Colo, que se fundó en el Estadio El Llano de San Miguel, hizo de local en los Campos de Sports de Ñuñoa, en el Estadio de Carabineros de Cumming con Balmaceda, en el Estadio Santa Laura de Independencia, en el Estadio Nacional y finalmente se instaló en el predio del Estadio Monumental de Macul. La Universidad Católica también se paseó por varios recintos, hasta que se afincó en el desaparecido Estadio de Independencia y desde finales de los ochenta y hasta nuestros días en San Carlos de Apoquindo. La Universidad de Chile que nació en el ala del Instituto Nacional, también se hospedó en algunos de los coliseos anteriormente enunciados y que actualmente pretende instalar su anhelada casa en las comunas de Pudahuel, La Pintana,  Estación Central o Lo Espejo. Yo soy hincha del Ferroviarios y muchos me miran como un bicho raro y otros decididamente me preguntan: ¿Y todavía hay fanáticos del Ferroviarios? Como si el paso del tiempo y las vicisitudes de la vida tuvieran obligadamente que borrar los sentimientos y los colores del equipo que tanto uno ama.
Es que “Ferrito” no es una moda, sino algo que se lleva en la sangre. Nací en el barrio San Eugenio y crecí entre los rieles de la Maestranza y el pitar de las locomotoras. A mucha honra digo que soy hincha del “tiznado”, pero también soy un hincha del fútbol que abraza a las suyos cuando gana y que tiene la capacidad de felicitar al rival cuando pierde. Lo demás no lo entiendo.

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