viernes, 10 de abril de 2015

¡Salud, muchachos!





En épocas modernas y de alto “desarrollo”, a menudo queremos encontrar soluciones instantáneas y triunfos presurosos, sin entender que el éxito es simplemente resultado de un crecimiento interior  y que éste inexorablemente necesita de tiempo.
Es así como un día, en pleno corazón de la Población Santa Adriana, un puñado de muchachos dibujó una cancha de tenis en un rectángulo de  cemento de cuarenta por veinte metros, amarraron camisetas de un extremo a otro y se pusieron a jugar. Esta loable iniciativa sería bautizada como “Futuros para el Tenis” de Lo Espejo.
En algo más de una década, no hubo respiro para sus creadores y los confrontes y los rivales cada día fueron más duros. En todo ese tiempo, los “futuros” les hicieron tremendos partidos a los estigmas sociales, a la discriminación y a las vulnerabilidades del sector. No había un techo para el sol en verano y tampoco para la lluvia en invierno, pero ahí estaban los niños dándole a la pelotita y  tratando de ganarle un set a la vida. Es decir, no había nada de nada, pero creer en sí mismos y en los demás ya era mucho.
A poco de andar, llegaron algunas ayudas, pero nunca las suficientes para causas de este tipo. Como la vida misma, había que seguir adelante a como diera lugar.
En el marco de la renovación urbana del sector, los fundadores de FPT postularon al programa “Quiero Mi Barrio”, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, en 2006. Allí detallaban la importancia del deporte, y en este caso del tenis, como una herramienta de inclusión y de inserción social. El proyecto fue adjudicado y aprobado para  la construcción del soñado polideportivo, que se inaugurará el próximo 18 de abril. El coliseo será bautizado con el nombre de “Héroes Olímpicos” –en honor a Nicolás Massú y Fernando González–, aunque quizás debería llamarse “Los Mosqueteros de la Santa Adriana”, en reconocimiento a la encomiable obra de sus precursores.
La historia de estos chicos es parecida al bambú japonés, que durante sus primeros siete años no muestra grandes progresiones, a tal punto que un labriego inexperto se convence de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de tan solo seis semanas la planta de bambú crece intempestivamente por más de treinta metros. ¿Tardaría solo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Los chicos de “Futuros para el Tenis” de la Santa Adriana no se dieron por vencidos y gradual e imperceptiblemente fueron creando los hábitos y el temple que les ha permitido sostenerse en el tiempo y aguantar las vicisitudes de la vida y el deporte. Ahora y en la hora de la nueva casa: ¡Salud, muchachos!

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