jueves, 26 de julio de 2012

En pedir no hay engaño


Un hombre carga un propulsor en su espalda y se deja caer en medio del Memorial Coliseum de Los Ángeles en 1984. La secuencia me deja impertérrito a mis 7 años. Asimismo quedé cuando pillaron chanchito a Ben Johnson en Seúl ’88. ¿Se acuerda que en esa misma cita, un chileno de apellido raro se trajo una medalla después de largos 32 años en el dique seco?  Alfonso de Iruarrizaga.
Al “Chino” Ríos no le venían con cuestiones y en Sydney 2000 no quiso portar el emblema patrio. Pese a ese impasse, la “roja olímpica” alzó un bronce gracias a las gambetas de David Pizarro y los goles del “Choro” Navia y del “Bam-Bam” Zamorano. Memorable fue la boleta que le propinamos a una España que alineó a unos tales: Xavi, Puyol, Albelda, Capdevila y Tamudo.
¡Fernando González  y  Nicolás Massú  se las mandaron en Atenas 2004! Sí, leyó bien, Nicolás Massú. Ese al que la prestigiosa Revista Time eligió como un ícono de Chile en su última edición, ese que -por estos días- tiene una estación con su nombre en el metro de Londres. El mismo que acá queremos mandar a los cuarteles de invierno.
Pero en la justa de Grecia, Feña González quedó  picado tras su intempestiva lesión y su eliminación en semifinales. Es por eso que en Beijing 2008 no tuvo  clemencia a la hora de agarrar a palos al chino Peng, al croata Cilic, al francés Henri-Mathieu y al norteamericano Blake. El inefable Rafael Nadal le amagaría la consecución de la máxima presea. Con la plata adosada al pecho, el oriundo de La Reina se convirtió en el único deportista criollo que posee la tripleta metálica.
Pero ¿Qué pasará si Tomás González, Kristel Köbrich, Denisse Van Lamoen o Bárbara Riveros no consiguen medalla en Londres 2012? Absolutamente nada. Cuando se proviene de un país que no prioriza el deporte, es una gracia ser favorito en cualquier disciplina. Por esto mismo, es que no me imagino a los grandes exponentes de las potencias deportivas pidiéndole unas moneditas al Estado o a algún millonario de buen corazón. Tampoco me los imagino autoexiliados por falta de infraestructura o entrenando con estufas en el invierno. Con que cara podríamos pedir medallas, si nos acordamos cada cuatro años de que existen otros deportes. Pareciera que en pedir no hay engaño.

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