Siempre he sido un defensor de nuestra
identidad, de nuestros ídolos del deporte y del reconocimiento que se les debe
hacer en vida. Es así como muchas veces he postulado -desde mis tribunas- el
rebautizo del Court Central del Estadio Nacional por los nombres de Nicolás
Massú, Marcelo Ríos o Luis Ayala. Asimismo, aplaudí cuando el Estadio de
Recoleta se pasó a llamar Leonel Sánchez Lineros y el de Playa Ancha como Elías
Figueroa Brander. Sin embargo, me parece de un oportunismo político cuando se
bautizan las calles con los nombres de futbolistas que recientemente destacaron
en el Mundial, pero que finalmente resultaron novenos del mundo. En ese
contexto, me asalta la duda del porqué en Conchalí las autoridades no podrían
apurar una calle o avenida con el nombre de Cristián Valenzuela, en Puente Alto
con el de Carolina “Crespa” Rodríguez y en Maipú con el de Herman Rodolfo Arias
(y otros deportistas de las distintas comunas y regiones del país). Desde mis programas
en radios comunales, me he podido dar cuenta de que las autoridades -en muchos
casos- no saben de la existencia de deportistas de alto rendimiento, de
artistas y músicos destacados en sus jurisdicciones.
Todos estos abrazos, palmetazos y
pirotecnias rozan con el uso del deporte y de su utilización como moneda de
cambio político, que sirven únicamente para meter un poco de bulla. Más que
calles y avenidas, los deportistas chilenos deberían ser retribuidos con alguna
pensión digna a la hora del retiro, con puestos de trabajo y con cargos
importantes en los departamentos correspondientes de sus municipalidades u
otros. Sería ideal que nuestros grandes referentes pudiesen traspasar sus
experiencias, conocimientos y legado a las nuevas generaciones del deporte. Ojalá
que quienes rigen el deporte no prescindan el día de mañana, del aporte del “Bombardero”
en La Reina, del “Chaleco” López en Teno, de la Ducó en San Felipe, de la Van
Lamoen en Arica y del “Niño Maravilla” en Tocopilla.
El capitán Claudio Bravo, en tanto,
llamó a la cordura y manifestó su incomodidad ante tanto aplauso y homenaje gratuito:
“Yo entreno para conseguir algo y es el sentimiento de mis compañeros. Ahora en
la Copa América hay expectativas distintas, estamos hablando de ganar algo algún
día y para eso trabajamos, para que Chile algún día levante un título, porque
ahora celebramos cosas como el orgullo y el sacrificio y pienso que ahí nos
equivocamos un poco”. Sobrio y certero, como el Mundial que jugó. Sin
pirotecnias.
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