El abrazo entre
Nicolás Massú y Christian Garín en el épico triunfo ante Austria en Copa Davis,
en febrero pasado, inevitablemente trajo a la memoria aquellas míticas celebraciones
del mismo capitán con Fernando González en el Mundial por Equipos en
Düsseldorf, Alemania en 2003 y en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004. Ambos
torneos se siguieron sin interrupción en el hogar de Fernando Neira y Sonia
Valderrama en la comuna de Cerrillos. Él, un experimentado chofer de camiones y
ella, una eficiente secretaria administrativa que junto a sus hijos Natalia y
Diego vibraron con las hazañas de nuestros tenistas.
El hijo menor de la
familia siempre demostró condiciones para el deporte, quizás heredando las
habilidades futbolísticas de su padre, quien jugó en las cadetes de Colo-Colo.
Además, Diego participó en los talleres de voleibol y básquetbol en el Colegio
San Antonio, ubicado en Santiago Centro, y tuvo un paso por la escuela de
fútbol de Palestino Aldo Vega.
Su vínculo con el
tenis comenzó a los trece años, cuando ingresó a la escuela de tenis de la Caja
de Compensación 18 de septiembre —camino a Lonquén—, para posteriormente unirse
a la Fundación Futuros para el Tenis de la comuna de Lo Espejo que preside el
seleccionado nacional Hans Podlipnik.
“Ingresé a Futuros
para el Tenis en 2015. Los directores Rodrigo Tapia y Richard Quintana me
explicaron cómo funcionaba la escuela y cómo era el sistema de las clases.
Pensábamos con mis papás que en la fundación cobraban, pero nos explicaron que
se trataba de un proyecto social y que todo era gratuito. La primera vez que
fui a las canchas había un torneo y me hicieron practicar en el frontón con
otro alumno de la escuela. Me acogieron súper bien y desde ese día no me he
desligado de la fundación”, relata el promisorio Diego Neira.
En 2016 ganó seis
torneos de proyección, entre ellos los del Estadio Israelita, Club Los Leones y
Estadio Croata. El año siguiente engrosó su sala de trofeos al obtener los
títulos de la Caja de Compensación La Araucana y del Máster Zona Centro del
circuito escolar federado. Pero no sería todo, ya que además fue dos veces
campeón y una vez finalista de los torneos escolares organizados por la
Federación de Tenis de Chile. Y en 2018 participó en un ITF junior en la
Universidad Católica y se apoderó del torneo todo competidor del Stade Francais.
Así alcanzó el número diez del ranking nacional de la FTCH en la categoría
menores de 18 años.
La rama de tenis de
la Universidad Católica, mediante un convenio con la Fundación Futuros para el
Tenis de Lo Espejo, le otorgó en 2016 una beca como jugador destacado,
premiando así su rendimiento, esfuerzo y responsabilidad.
“La beca UC la
conseguí gracias a Richard (Quintana) y Rodrigo (Tapia), quienes hablaron con
el presidente de la rama de tenis de la UC para obtener esta subvención que me
permite entrenar todos los días y algunos fines de semana en este importante club.
Es una experiencia muy linda practicar con jugadores de alto nivel y con
profesores que han dirigido a profesionales. Me han ayudado harto en la parte
competitiva, deportiva y personal y han sido un pilar fundamental para lograr
el puesto número diez en mi categoría en el ranking nacional”, afirma el
deportista.
Neira se alza como
uno de los interesantes proyectos del tenis chileno y sus sueños y esperanzas
juveniles parecieran no tener límites. “Mis expectativas para esta temporada
son tratar de ubicarme dentro de los 100 en el ranking RUN y para eso me estoy
preparando con los entrenadores para jugar las prequalys y qualys de los
torneos Futuros, ya que así podría conseguir mis primeros puntos ATP y se me
facilitaría el ingreso a alguna universidad de los Estados Unidos”, explica con
emoción el joven talento.
Chile ya conoció a
sus rivales para el Grupo Mundial de la Copa Davis 2019. El elenco capitaneado
por Nicolás Massú se medirá con Argentina y Alemania en el Grupo C de la
competición que se realizará en noviembre en la Caja Mágica de Madrid.
Seguramente habrá muchos televisores encendidos siguiendo al equipo nacional,
incluido el de la casa de Diego Neira, cuya familia sueña despierta con verlo
algún día representar al país.
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