Los que no son
peloteros no saben cuánto nos duelen estas tragedias, porque el fútbol es mucho
más que once jugadores corriendo noventa minutos detrás de una pelota. El
fútbol es amor, cuando seguimos a todos lados a nuestro equipo; el fútbol es placer,
cuando le ganamos al clásico rival; el fútbol es una caricia, cuando la tocamos
con efecto y con borde externo; el fútbol es dar, cuando le pasamos la pelota a
un compañero que está mejor ubicado para anotar un gol, y el fútbol es sentimiento,
cuando nos aprieta el corazón y nos saca una lágrima al recordarnos las también
tragedias aéreas del Torino de Italia en 1949, del Manchester United de
Inglaterra en 1958, del Green Cross en 1961, del Alianza de Lima en 1987, del
The Strongest de Bolivia en 1969 y de la Selección de Dinamarca en 1960 y de
Zambia en 1993. La tragedia de
Lima del 8 de diciembre de 1987 hermanó al club peruano con Colo-Colo, que
cedió a préstamo al arquero José Letelier, al defensa Parco Quiroz, al volante
Francisco Huerta y al delantero René Pinto. En dicho accidente murieron dieciséis
futbolistas, cinco miembros del cuerpo técnico y cuatro dirigentes del club
limeño.
El café de la mañana
fue el más amargo, porque iba a ser la historia linda del equipo chico ungido
como grande. Esta era una historia que pintaba para hazaña, como la del
Leicester en la Premier League o la de Chile en la Copa América Centenario. El
destino quiso otra cosa, y el 29 de noviembre de 2016, Chapecoense de Brasil,
finalista de la Copa Sudamericana, hizo su ingreso a los pastos celestiales por
el túnel de la inmortalidad con Danilo, Gimenez, Bruno Rangel,
Marcelo, Lucas Gomes, Sergio Manoel, Filipe Machado, Matheus Biteco, Cleber
Santana, William Thiego, Tiaguinho, Josimar, Dener, Gil, Ananias, Kempes, Arthur
Maia, Mateus Caramelo, Aílton Canela, y en la banca Caio Junior. Las
rivalidades son válidas únicamente adentro de una cancha y el Atlético Nacional
de Medellín le pide a la Conmebol, que le entregue el título al equipo
brasileño. Quizás esto no recuperará las vidas malogradas, pero a su pueblo ayudará a mitigar el dolor. Hoy no somos carnaval, hoy todos somos Chapecoense.