Los Juegos
Olímpicos cayeron parados en la televisión abierta, en tiempos donde los
monopolios mediáticos producen importantes volúmenes de contenidos chatarra.
Asimismo, el rating dice que los
chilenos prefieren las transmisiones deportivas, pero no a los “rostros” que
desconocen las disciplinas o que padecen incontinencias del tipo verbal. También
sorprende que los noticieros se permitan calificar algunas actuaciones criollas
de fracaso o decepción, cuando en cuatro años no les dan un minuto a otras
especialidades que no sean el fútbol. No tiene gracia subirse al carro de la
victoria, cuando los deportistas alcanzan cierta gloria, como el caso del joven
tirador con arco Ricardo Soto.
Para alcanzar el
Olimpo hay que dar todo y un resto más, y acá no les hemos brindado ese poco más
a los otros deportes. En este escenario, nuestros atletas han tenido un
rendimiento discreto y en muchos casos por debajo de sus propias marcas, pero
qué difícil es competir cuando antes hay que vencer a rivales terribles como el
desinterés, la falta de apoyo, la negligencia y las malversaciones
dirigenciales. A veces la medalla del honor y la honestidad vale más que un
oro, una plata o un bronce.
El entrenador Marcelo
Bielsa, que es tan sabio, dice que en cualquier tarea se puede ganar o perder,
pero que lo más importante es la nobleza de los recursos utilizados. Y vaya cuánta
nobleza puso en sus recursos Tomás González en Río 2016. El chileno se paró de
igual a igual ante las potencias mundiales de la disciplina y no defraudó en la
final de salto. Dígame si el gimnasta no merecía mejor recompensa por tantos
años de sacrificios y penas, pero la presea probablemente no se perdió esa
tarde, sino tiempo atrás, cuando el deportista tenía que colocar estufas para
entrenar en invierno o cuando golpeaba puertas que no se abrían. Tomás González
demostró en Brasil todo su temple y una sobrecogedora capacidad de resiliencia para
clasificar a la final de salto, después de una imprevista eliminación en la
prueba de suelo. Después de cuatro años, el criollo se instaló entre los ocho mejores
gimnastas de una cita de los anillos, donde nuestros colores nunca antes
estuvieron. Finalmente, un séptimo lugar que lo hace esbozar la posibilidad del
retiro, pero no te vayas, Tomás, porque unos pocos te quieren jubilar, por los
que creen que vales un metal o por los que no aprecian la estética del deporte.
No te vayas, Tomás, porque aún hay fuego en tu alma y ese momento llegará
únicamente cuando tú lo decidas. No te vayas Tomás, porque muchos estaremos
esperándote frente al televisor en cuatro años más y porque si te vas, las
finales olímpicas de gimnasia ya nunca más serán lo mismo.
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