¡Por Dios que merecido el Premio Nacional del Deporte
para el atleta paralímpico Cristián Valenzuela! Todavía recuerdo su visita a
los estudios de la Radio Santiago Bueras de Maipú, por allá detrás del Templo
Votivo y con más de 30 grados de calor. Un campeón de verdad -sin poses y divismos baratos-, un ser humano de excepción y un hombre de fe
inconmensurable.
Con un bicampeonato del mundo y un oro olímpico, Valenzuela ya se inscribió en
la historia grande del deporte chileno. Ahí, al lado de Marcelo Ríos, Nicolás
Massú, Fernando González y Don Elías Figueroa.
Convengamos que el oriundo de Conchalí es un ejemplo
de resiliencia en un país donde ser deportista pareciera ser
una condena más que una profesión. Asimismo, su historia nos invita a mirar las
contrariedades de la vida como una forma de superarnos e ir más allá, incluso
de donde nosotros mismos creemos que podemos ir.
El atleta perdió la vista
producto de un glaucoma a los doce años,
así también las ganas de vivir y de relacionarse con el mundo. Con el apoyo de
amigos incondicionales, Cristián Valenzuela abandonó unos años más tarde su
autorreclusión y abrazó a la poesía y al deporte como vías de
escape a un destino adverso.
El incentivo de su amigo Erwin Jiménez fue vital para
sus inicios en el deporte. Lo introdujo en la práctica del goalba, un deporte paralímpico
creado específicamente para personas no videntes o con alguna deficiencia
visual. El juego se basa principalmente en el sentido auditivo para detectar la
trayectoria de la pelota, la cual lleva en su interior cascabeles. Todos los
jugadores llevan antifaces opacos para igualar la falta de visibilidad de los
participantes.
A partir de ese momento, Valenzuela se interesó en
todas las actividades deportivas para ciegos. Su vida había dado un vuelco
total. Es así como en unas pruebas
atléticas en el Estadio Nacional
deslumbró con su velocidad a los
entrenadores del recinto ñuñoíno y a poco de andar, comenzaron sus primeras
competiciones internacionales y sus primeros logros.
En los Juegos
Parapanamericanos de Río de Janeiro 2007 corrió los 1500 metros y quedó cuarto.
Su primera participación en unos Juegos Paralímpicos fue en la cita de Pekín
2008, donde compitió en los 1500 metros en la categoría T-11 (ceguera total),
en la cual obtuvo un tiempo de 4:27.94, rompiendo su anterior récord nacional
de 4:35.54.
En 2011, en el Mundial de Atletismo
Paralímpico Christchurch en
Nueva Zelanda, consiguió oro en maratón. En los Juegos Paralímpicos de Londres 2012, en la prueba de 5000
metros obtuvo la medalla de oro con un tiempo de 15:26.26. Esta fue la primera
vez que Chile obtuvo una medalla, tras 20 años de su debut en los Juegos
Paralímpicos de Barcelona 1992. Asimismo, en julio de este año el chileno
participó en el Mundial de Atletismo Paralímpico celebrado en Lyon, Francia
donde logró medalla de plata en los 5000 m y 1500 m y medalla de oro
en la maratón.
Todos
estos resultados lo han catapultado merecidamente a la cúspide del deporte
chileno, donde ha recibido variadas distinciones. Sin embargo, su mayor proeza
es haberle ganado al destino y a la vida.
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