Los patos caían asados esa tarde en
Quilín y quizás por eso no había nadie en la recepción. Entré con sigilo a la
oficina de la Dirección Técnica Nacional, dejé mi encomienda arriba de la mesa
y salí raudo con cara de “nadie fue”. No era misión fácil, tratándose de un
destinatario inaccesible, irreversible y casi intocable -tal como versa la canción
de Gustavo Cerati-.
Luego de la teleserie de la ANFP, asumía
que Marcelo Bielsa no le iba a dar importancia alguna a mis libros, tal como
esos personajes que son algo conocidos en Chile y que se les suben los humos a
la cabeza. Pero el rosarino crea lazos sorprendentes más allá de una cancha de
fútbol, y en nuestro país logró especial identificación con el ciudadano más
corriente, como el repartidor de diarios, el almacenero o el feriante.
Curiosamente, uno de estos recibió la estatuilla que le otorgó el Círculo de
Periodistas Deportivos de Chile a Bielsa en 2009.
Sin embargo, la persona más cercana al
ex técnico de la “Roja” fue Gabriel Aravena, más conocido como “Cachureos”. Aravena
era un ferviente hincha de la Selección y un asiduo a Juan Pinto Durán, lugar donde
entabló una profunda amistad y una relación casi familiar con el adiestrador. El
trasandino le colocó el cariñoso y simpático apodo tras la respuesta a su
pregunta de cómo se les decía en Chile a los desperdicios. Cuando el entrenador
rosarino se fue a dirigir a España, no dudó en invitar a su ex asesor. De
hecho, pisó suelo vasco con Aravena, ante la sorpresa de los periodistas e
hinchas del Athletic de Bilbao.
Diego Reyes es otro chileno de los “mano
derechas” de Bielsa, y la importancia dentro del staff del técnico rosarino ha
ido en aumento a lo largo del tiempo. De sólo ver videos, pasó a organizar
ejercicios en las prácticas. Fue al Mundial de Sudáfrica con la Selección
Chilena y luego continuó su trabajo en el Athletic de Bilbao, Olympique de
Marsella y ahora en el Lille también de Francia. El
curicano ha conocido muy de cerca el meticuloso método de Bielsa y esa
aprensión por el perfecto estado del césped, la supervisión al milímetro del
montaje de las estacas y cintas y hasta la disposición de los muñecos que
ejercen de rivales para sus equipos. La anécdota cuenta que en una práctica del
Bilbao, en 2013, la mala ubicación de estos maniquíes dio origen a un pequeño roce entre el
técnico rosarino y sus ayudantes. Bielsa no le perdonó a Claudio Vivas, segundo
entrenador, y Diego Reyes, asistente, que los muñecos no estuvieran colocados donde
exactamente él quería. Vivas trataba de argumentar su “error”, mientras que Reyes aguantó
estoicamente el chaparrón. El oriundo de Rosario, acto seguido, se reunió
en privado con sus ayudantes para explicarles bien cuál había sido el problema.
Un desajuste en el entendimiento y aquí no ha pasado nada.
En enero de 2011 recibí el llamado de
Reyes, quien a nombre de Bielsa agradecía los libros recibidos y los capítulos dedicados
en cada uno de ellos. El asistente del rosarino me transmitió detalladamente
los puntos que le interesaron al ex D.T. de Newells. En la despedida, quedamos
de reunirnos cuando el coach volviera
de Rosario. Agradecí el gesto y comprobé que Marcelo Bielsa no deja nada en el
aire, ni siquiera la lectura de los libros de un novel escritor. Asimismo, doy
fe de que el trasandino responde los mensajes o les pide a sus asesores que lo
hagan por él. Lamentablemente, se sucedieron los capítulos más conocidos del
culebrón de la ANFP y con ello se esfumó toda posibilidad de concretar la cita.
No le cierro la puerta a esta historia y espero retomar pronto el contacto con
Diego Reyes y también decirle algún día al Loco Bielsa: ¡Cómo no te voy a
querer!