A los argentinos les hemos copiado estas
cosas, pero ellos al menos se han llevado casi todos los títulos continentales de
clubes para la casa. ¿Y nosotros?
Este año celebraremos 24 años sin ganar la
Libertadores, y cuando la Universidad de Chile tenía todo para alcanzarla, sus
concesionarios subastaron su poder de fuego (Gustavo Canales a China y Eduardo Vargas
a Italia), y así hipotecaron una inmejorable oportunidad de conseguir un pack que
además traía la Recopa Sudamericana y la Suruga Bank.
Al otro lado de la cordillera saben sobradamente
que los títulos son los que hacen grandes a las
instituciones, y es por eso que Boca le hace barullo a River, y Estudiantes de
la Plata a Independiente, y viceversa (23 Libertadores, 7 Sudamericanas y 7 Recopas
poseen nuestros vecinos en total). En ese contexto, se entiende que el antagonismo
del balompié trasandino proviene de una raíz estrictamente competitiva y no por
el simple tinte de una camiseta. Si comparamos, lo nuestro no pasa de ser broma
de colegiales.
Hago esta
reflexión porque no tengo empacho en decir que, por estos días, estoy abrazando
la causa futbolística y social de Palestino en Copa Libertadores de América. Y
fíjese que nada me liga a los tetracolores, pero lo de Palestino ha cruzado todas
las divisas y también todas las fronteras del triunfo y de la derrota.
Tal ha sido este fenómeno,
que para los hinchas de Medio Oriente y para muchos ciudadanos de Gaza y Cisjordania, el club chileno ya es casi como su
otra selección nacional. Si hasta el presidente de la
Autoridad Nacional Palestina le envió un mensaje de felicitaciones al club
por el fuerte lazo con Palestina y su cultura a lo largo de sus casi cien años
de historia.
En la cancha, el Palestino de Pablo Guede va para adelante
y resiste aun en la derrota, quizás inspirado y empujado desde la distancia por
ese especial puñado de hinchas. Más sabe el diablo por viejo que por diablo y Boca
Juniors, con toda su sapiencia, se llevó el triunfo este miércoles pasado desde
Santa Laura. Sin mucho desgaste y apelando a su manual del contragolpe –y tan
bien que lo conocen-, los xeneixes aprovecharon la velocidad de Sebastián
Palacios y Andrés Chávez.
Un 0 a 2 que de todas formas, no opacó la
fiesta árabe, porque queda mucha Copa y porque como dice su himno: la derrota ni el
triunfo inhiben la pujanza, el sello y la virtud…