“Ser o no ser campeón” titulé una crónica en la previa de la última
Copa América. En ese entonces, Claudio Borghi trataba de guiar a una selección
que debía ganar dicha justa regional y clasificar holgadamente al Mundial de
Brasil. Sin embargo, finalmente no ocurrió ni lo uno ni lo otro.
La Copa
América ha sido un cetro esquivo y una de las espinas clavadas que tiene el
fútbol chileno. En casi un siglo de torneo, jamás la hemos podido alcanzar. Un
triste rezago que seguimos compartiendo con venezolanos y ecuatorianos.
Eso sí, varias veces estuvimos cerca del cetro
continental. En 1955 Chile fue organizador y finalizó segundo; en 1956, en Uruguay, la
Roja repitió la marca; en 1979 los nacionales cayeron frente a Paraguay (0-1)
en un tercer partido definitorio en Buenos Aires; y en 1987, en Argentina, la
cuenta mínima fue la sentencia ante la selección de Uruguay.
En 1991 fuimos anfitriones por última vez, pero
tampoco pudimos pese a contar con la base del Colo-Colo campeón de la Copa
Libertadores. Esa vez, la Roja fue tercera. El próximo
año Chile nuevamente organizará la fiesta e indefectiblemente será uno de los
favoritos. No obstante, Jorge Sampaoli ya se puso el parche antes de la herida,
declarando que no siente la obligación de ganar la Copa América ya que Chile no
es uno de los candidatos. Al parecer, el estratego quiere traspasarle la presión
a sus rivales porque el traje de favoritos nunca nos ha quedado a la medida.
Chile y su
prodigiosa pléyade de futbolistas necesita imperiosamente un título y esta
podría ser la ocasión de conseguirlo. El Mundial dejó al hincha con una
sensación natural de triunfalismo, porque este equipo demostró en la cancha que
está para grandes cosas. La dramática eliminación ante Brasil caló hondo en las
huestes nacionales y en esos duros momentos nació la promesa de conseguir un
primer trofeo para nuestra selección.
La primera
estación es este sábado ante México y el martes con Haití. Es la gira por
Norteamérica, es la ruta de los sueños.